La situación contractual de Matías Rojas deja en evidencia nuevamente los hábitos que esta conducción de Racing mantiene respecto al cuidado del patrimonio. Sin importar los nombres, se reiteran estos escenarios de incertidumbre y dilatación que no hacen otra cosa que poner en riesgo la salud financiera del club. Cuando se habla de cuidar el dinero hay que mencionar estos desenlaces también, donde los futbolistas se van libres o con ofertas menores a lo que se podría haber conseguido de ser previsibles. Estirar las negociaciones desgasta y deja poco margen de maniobra.
Para poner en contexto la situación que hoy mantiene en vilo al mundo Racing debemos remontarnos a mediados de 2019, cuando el club le pagó a Defensa y Justicia 2,5 millones de dólares por la ficha de Matías Rojas, por entonces futbolista del Halcón de Florencio Varela y hombre clave en la formación de Sebastián Becaccece en aquél campeonato que terminaría ganando la Academia de la mano de Eduardo Coudet.
Con altibajos producto de lesiones y rendimientos que nunca terminaron de asentarlo en el equipo, todos los técnicos que pasaron por Racing ponderaron sus cualidades. Desde Coudet, el primero, pasando por Becaccece, Pizzi o el interinato de Úbeda. No hubo ni hay entrenador o compañero que no destacara el perfil de futbolista que es Matías Rojas. Pero su técnica no tenía esa influencia en el campo y la resistencia del público lo acompañó siempre.
Es Fernando Gago el entrenador que mayor confianza le imprimió al volante paraguayo. Si bien también lo utilizó de volante interno, fue cuando lo puso de extremo derecho cuando Rojas rompió su pared y atravesó esos prejuicios que siempre lo acompañaron. Y es este semestre donde su influencia en el equipo es total y absoluta. Se convirtió en el jugador que rompe partidos, los abre o destraba con su pegada. Seis gritos en ocho partidos lo transforman en el jugador del momento.
Y esto, a seis meses de quedar en libertad de acción, con la posibilidad de firmar un pre contrato con cualquier club del mundo desde el 1 de enero de este año, pone de manifiesto nuevamente el hábito de Víctor Blanco sobre la negociación de contratos con futbolistas que tienen ascendencia dentro y fuera de la cancha. Los más recientes casos de Nery Domínguez, Eugenio Mena y Mauricio Martínez, con contextos totalmente diferentes, sirven de evidencia. Más atrás en el tiempo están las promesas dilatadas a Lautaro Martínez, Gustavo Bou o Marcos Acuña, por citar ejemplos de peso.
Cuidar el patrimonio del club no es solamente gastar poco. Tiene que ver también con decisiones deportivas como, por ejemplo, prever la finalización de los vínculos contractuales sin importar la realidad deportiva del futbolista en cuestión. La inversión realizada, en este caso por Rojas, no puede perderse así nomás. No importa si el año pasado su presente era otro, como dijo el mago Capria. Para comentar la realidad está el periodismo.
Como sea, hoy Racing depende pura y exclusivamente de la buena voluntad del jugador para poder renovar su contrato. No existirá oferta superadora que pueda realizar Racing que se acerque a lo que cualquier club del exterior le ponga sobre la mesa a Matías Rojas. Y esto sucede porque el viejo hábito de estirar las cosas hasta último momento se repite. Siempre un poco más de tirar la soga. Y en algún momento se va a romper.
Paolo Cella
@EspeRacinguista
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